Primer período (1770-1808)

1770-1808. Primera Etapa

 

El Canal de Manzanares fue un canal de navegación, que junto al Canal de Castilla y el Imperial de Aragón, constituyen los tres únicos ejemplos de navegación interior que se llevaron a cabo en España, emulando proyectos similares que proliferaron por todo el mundo. La época de la Ilustración vio nacer sucesivos proyectos en torno a la navegación, y España no quiso perder la oportunidad de navegar por la Península Ibérica.

En una época en la que no existían medios de comunicación motorizados, la navegación se había demostrado como el más eficiente de los transportes. El problema en la Península fue sin duda su orografía compleja y la gran altitud de las mesetas, que complicarían la ansiada comunicación con el mar.

Conectar Madrid con el mar, a 600 km de distancia y con 650 m de diferencia de altitudes, sin duda fue una osadía, pero hay que tener en cuenta que en esa época aún no se conocía la altitud del interior.

El proyecto de un canal en la capital tenía por objetivo unirla con Aranjuez, y a través del Tajo salir por Lisboa al Atlántico. La idea no era nueva, se llevaba pensando desde tiempos de los Austrias, cuando se estudió la posibilidad de desviar el Jarama al Manzanares, para incrementar su caudal y obtener un río navegable.

No fue hasta el reinado de Carlos III, cuando a iniciativa privada de Carlos Martinengo se plantea el proyecto del Canal. En un principio Martinengo obtendría una serie de facilidades para ejecutar la obra, que sin embargo habría de costear a su cargo, obteniendo como compensación ciertas concesiones temporales y otras de carácter perpetuo. Y así, en 1770, el rey concede los permisos y privilegios necesarios a Martinengo y compañía mediante Real Cédula.

Real Cédula

El proyecto era seguir en paralelo el río con una sección y pendiente constantes, salvando los desniveles generados con 10 esclusas en su corto recorrido. El Canal debía alcanzar la población de Vaciamadrid y allí conectar con la Real Acequia del Jarama, de tiempos de Felipe II, que se reformaría para hacerla navegable y llegar así hasta Arajuez.

En 1771 arranca la construcción del Canal en la margen izquierda del río Manzanares, partiendo de las inmediaciones del Puente de Toledo, junto al cual se produciría la captación de agua.

Para facilitar la entrada de agua del río al Canal se optó por excavar el lecho de éste más profundo que el de aquél, de manera que se garantizase el abastecimiento. Esto tuvo como inconveniente obtener agua llena de lodos, por venir del lecho del río y no de la superficie.

Por otro lado, para permitir la navegación el Canal debía llevar una pendiente continua que se fijó en el 0,06%, o lo que es lo mismo descender 6 cm cada 100 m. No era mucha pendiente, por lo que a la larga, el gran aporte de lodos y la escasa pendiente generaba gran cantidad de sedimentos, por lo que hacia principios del siglo XIX el Canal se había colmatado en su fondo, dejando de ser navegable.

Martinengo inició las obras y llegó hasta algo más allá de la novena esclusa (unos 15 km desde la Cabecera) pero la dureza de un proyecto semejante le llevaría a la ruina, por lo que Carlos III, ante el interés público que suscitaba la obra, ordenó su incautación, otorgando su administración al Banco de San Carlos, aunque los problemas financieros del país limitaron la actuación a simples gastos de mantenimiento de lo ya construido. Fue en este momento en que el Canal, siendo ya del Estado cobra su denominación de Real Canal de Manzanares.

En esa época sólo funcionaron las 8 primeras esclusas, ya que la Novena Esclusa se había dejado a medio construir. Las esclusas estaban edificadas sobre un zampeado de estacas de madera, como cualquier puente de fábrica, y sus muros se hicieron de mampostería regular –casi sillarejo- de piedra de aljez, de la que se obtiene el yeso. La calidad no era excesiva, por lo que todas sufrieron un proceso de ruina, siguiendo un mismo esquema: todas sufrían socavo de la cimentación por el lado más próximo al río, ya que las aguas tendían hacia su natural discurso.

Para aprovechar la fuerza hidráulica que suponía el desnivel de las esclusas se aprovechó para instalar molinos en las más cercanas a la urbe, esto es, las cuatro primeras esclusas. Molinos que fueron casi todos de harina, salvo el de la Primera Esclusa que sirvió a la Real Fábrica de Porcelanas del Buen Retiro.

El Canal Real de Manzanares. 2009

El Embarcadero  -Madrid tuvo puerto, aunque suene a broma- se ubicó al extremo de uno de los paseos que salían del tridente barroco de Atocha: el Paseo de Santa María de la Cabeza, cuyo tramo final desde la glorieta homónima se llamaba Paseo del Canal (posteriormente toda la calle se denominó del mismo modo, perdiéndose la referencia al Canal). El conjunto se realizó aprovechando los antiguos lavaderos del Hospital General de San Carlos (OH-619). El edificio existente se reformó como casa de la administración, se abrió la dársena para atracar los barcos y se levantaron unos almacenes y unos hornos de yeso. Estos hornos procesaban el aljez que llegaba precisamente de los cerros yesíferos del sur de Vallecas por el propio canal. Además de dar nombre al aún existente Paseo de Yeserías, los hornos fueron junto a los molinos y los viveros de arbolado la red productiva y económica del Canal de Manzanares.

Durante el reinado de Carlos IV se continuó con gastos mínimos para mantener la obra, aunque en paralelo, la propuesta de los ingenieros militares Lemaur, llevó a una fuerte inversión en una obra que habría de aportar mucho caudal al Canal de Manzanares: el Canal de Guadarrama. La inversión durante ese tiempo se centró en una nueva presa sobre el río Guadarrama, la Presa del Gasco en el término de Torrelodones; el nuevo canal llegaría a Madrid pasando por Las Rozas y Majadahonda y cruzando por la Casa de Campo.

En 1799, tras unas fuertes lluvias, se vino abajo una parte del tramo central de la presa que llevaba más de la mitad de su altura edificada. Este hecho supuso el abandono inmediato del proyecto del Canal de Guadarrama y su conexión con el de Manzanares.

En los años siguientes la falta de inversión en el Real Canal supuso una degradación hasta el punto en que dejó de ser navegable, como se indicaba anteriormente, por culpa del estancamiento de lodos en el cauce. 

 

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